LEYENDA
Es una narración tradicional que incluye
elementos de ficción a menudo sobrenaturales.
Características:
-Combinan elementos fantásticos y reales
-Han sido narradas en forma oral
-Nacen de un hecho que ocurrió en la
realidad en un tiempo pasado.
Clases de leyendas
a)
Etiológicas: Aclaran el origen de los elementos
inertes de la naturaleza
b)
Leyendas históricas – leyenda histórico cultural
c)
Seres y fuerzas sobrenaturales – leyenda mítica
d)
Leyenda religiosas
e)
Leyenda urbana
LEYENDA DE VENEZUELA
El Silbón
El Silbón es un personaje legendario de Venezuela y Colombia, especialmente de Los Llanos; descrito como un alma en pena. La leyenda del Silbón habría surgido a mediados del siglo XIX.
En las tierras de Guanarito se oyen
los aterradores silbidos que espantan hasta al más recio. Cuando se escucha
cerca, está lejos, y viceversa. El silbón es la aparición más temida del llano
venezolano, un hombre alto y flaco de unos seis metros que fue condenado por su
propia madre, luego de haber asesinado a su padre y comido sus vísceras.
Este hombre sobrenatural carga en su espalda un saco de huesos, y
advierte su llegada con el sonido del choque de la osamenta en el costal. Si
nadie puede escucharlo, cobrará una víctima al día siguiente.
LEYENDA DE ARGENTINA
Ceibo
Cuenta la leyenda que en las riberas del Paraná, vivía
una indiecita fea, de rasgos toscos, llamada Anahí. Era fea, pero en las
tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus
canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran
dueños... Pero llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos
seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras,
los ídolos, y su libertad. Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas.
Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que
el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el
centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el
pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva. El grito del moribundo
carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que
se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los
conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron
como castigo la muerte en la hoguera. La ataron a un árbol e iniciaron el
fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia la doncella indígena, que
sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un
costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol,
identificándose con la planta en un asombroso milagro. Al siguiente amanecer,
los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes
hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su
esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.
LEYENDA DE COLOMBIA
LA MADRE MONTE
Los campesinos y leñadores que la han visto, dicen que es una señora
corpulenta, elegante, vestida de hojas frescas y musgo verde, con un sombrero cubierto de hojas y plumas verdes. No se le puede
apreciar el rostro porque el sombrero la opaca. Hay mucha gente que conoce sus
gritos o bramidos en noches oscuras y de tempestad
peligrosa. Vive en sitios enmarañados, con árboles frondosos, alejada del ruido
de la civilización y en los bosques cálidos, con animales dañinos.
LEYENDA DE HONDURAS
EL COME LENGUA
Muchos de nosotros hemos
escuchado en países como Chile, La Argentina, Puerto Rico e inclusive en los
Estados Unidos sobre la muerte de animales en raras circunstancias. Y digo
raras porque se ha encontrado en las haciendas o lugares rurales animales
grandes como vacas, cabras y otros más pequeños como gallinas muertas sin una
tan sola gota de sangre en su cuerpo. Es más, no hay evidencia de que luchasen
para salvar su vida ante el predador que pudo haberles causado la muerte. La
gente ha asociado este fenómeno a un ser que para muchos es el diablo, para
otros un experimento genético que se le salió de las manos al gobierno de los
Estados Unidos o experimentos hechos por los seres del espacio en estos
animales. Cualquiera que sea la razón no se puede negar que este suceso también
y aunque muchos no lo conozcan sucedió en Honduras.
En este pequeño país centroamericano allá por el año de 1947 se dio un fenómeno de este tipo y lo desvelado bien puede ser la explicación al misterio del también llamado en la actualidad "Chupacabras". Las apariciones del 'come lenguas' se daban para esas fechas en los departamentos (provincias o estados) de Santa Bárbara y Comayagua. Eran docenas de hombres las que se apostaban en las noches en los campos, bajo la oscuridad que deja caer el manto de la noche, cuidando de su ganado para sólo darse cuenta al día siguiente de que a pesar de sus esfuerzos siempre aparecía parte del ganado muerto, hecho del cual ellos no se dieron cuenta pues no habían escuchado el más leve ruido durante la noche. Algo que se me había escapado mencionar es que a los animales a los cuales no se les encontraba la sangre igualmente quedaban sin lengua, de allí el nombre 'come lenguas'.
Sin embargo, conozco la historia de uno de ellos. A él lo llamaré para este relato Ludovico. Ludovico era un hombre como decimos de pelo en pecho (es decir muy valiente); ya estaba cansado de que su ganado muriese desangrado por este predador o lo que fuese, así que, un buen día Ludovico habló con su esposa y le dijo que le preparara un porrón (pequeño recipiente) para café y le alistara una cobija gruesa para protegerse del frío nocturno pues daría muerte al 'come lenguas', que ya no soportaba más.
Y así fue, Doña Leonora alistó todas las cosas para Don Ludovico. Ludovico alistó su rifle y se llevó unas municiones por si acaso no bastaba con lo que llevaba cargado. Como a las 6 de la tarde Ludovico se fue para el lugar donde tenía su ganado y pudo ver desde allí la puesto del sol (en los pueblos se acostumbra a acostarse como a las 5 o 6 de la tarde dependiendo que tan lejos estén de la civilización). Ya por la noche, Ludovico se sentó sobre el suelo en medio del ganado y tomaba sorbos pequeños y sin hacer ruido del café para no caer en sueño, al mismo tiempo que se mantenía envuelto por la cobija que le cubría. La noche era un poco más clara de lo normal. Como a las 10 de la noche, mientras Ludovico admiraba las estrellas, pudo ver como una silueta pasaba volando sobre el ganado, la silueta dio dos vueltas como viendo que nadie le estuviese vigilando y al mismo tiempo decidiendo quién sería su próxima víctima. Ludovico se quedó quieto y asustado pues el ser era en realidad algo muy grande, pero le llamó poderosamente la atención que se apostó sobre una de las vacas de su ganado la cual no presentó molestia, salvo una leve sacudida. Ya para este momento Ludovico alistó su rifle y se movió sigilosamente hacia un sitio donde tuviera una mejor visión para disparar. Fue así que Ludovico logró ver a aquel ser que tomaba una posición como para hacer una de sus necesidades sobre la cabeza de la vaca para luego darse la vuelta y dirigir su cabeza sobre la de la vaca. En ese momento un sonido ensordecedor rompió el silencio del campo. Era el rifle de Ludovico, el extraño ser yacía muerto al lado de la res.
Lo que se supo a partir de la casa de este animal, es que no era nada fuera de este mundo sino, un murciélago que pudo haber venido el continente africano o la selva amazónica, no se sabe cómo logró dar por estos rumbos pero el caso es que así fue. Su tamaño es grande, el tamaño es como el de un Jolote (pavo). El animal lo que hacía era posarse bien sobre el ganado y luego de ello echaba una especie como de orina que al momento de salir producía un vapor que dejaba al animal como jadeante, es decir como atontado y con falta de oxígeno, por lo que él mismo abría su boca y sacaba la lengua, momento que aprovechaba este murciélago para clavar un diente muy filudo que tiene, en la arteria de la parte de la lengua del ganado para succionar la sangre. El animal aumenta considerablemente de tamaño una vez que se ha alimentado, posteriormente corta y traga lentamente la lengua de la víctima.
Esta es a grosso modo la explicación de cómo atacaba el El Come Lenguas en Honduras. Estos casos hasta la fecha no se han vuelto a dar, sin embargo bien pudieran ser una buena explicación al fenómeno del "chupacabras". También pudiera ser que a cualquiera de nosotros durante una caminata nocturna nos suceda. Pero hasta en tanto no aparezca otro hombre como Ludovico el misterio seguirá esperando a ser desvelado.
En este pequeño país centroamericano allá por el año de 1947 se dio un fenómeno de este tipo y lo desvelado bien puede ser la explicación al misterio del también llamado en la actualidad "Chupacabras". Las apariciones del 'come lenguas' se daban para esas fechas en los departamentos (provincias o estados) de Santa Bárbara y Comayagua. Eran docenas de hombres las que se apostaban en las noches en los campos, bajo la oscuridad que deja caer el manto de la noche, cuidando de su ganado para sólo darse cuenta al día siguiente de que a pesar de sus esfuerzos siempre aparecía parte del ganado muerto, hecho del cual ellos no se dieron cuenta pues no habían escuchado el más leve ruido durante la noche. Algo que se me había escapado mencionar es que a los animales a los cuales no se les encontraba la sangre igualmente quedaban sin lengua, de allí el nombre 'come lenguas'.
Sin embargo, conozco la historia de uno de ellos. A él lo llamaré para este relato Ludovico. Ludovico era un hombre como decimos de pelo en pecho (es decir muy valiente); ya estaba cansado de que su ganado muriese desangrado por este predador o lo que fuese, así que, un buen día Ludovico habló con su esposa y le dijo que le preparara un porrón (pequeño recipiente) para café y le alistara una cobija gruesa para protegerse del frío nocturno pues daría muerte al 'come lenguas', que ya no soportaba más.
Y así fue, Doña Leonora alistó todas las cosas para Don Ludovico. Ludovico alistó su rifle y se llevó unas municiones por si acaso no bastaba con lo que llevaba cargado. Como a las 6 de la tarde Ludovico se fue para el lugar donde tenía su ganado y pudo ver desde allí la puesto del sol (en los pueblos se acostumbra a acostarse como a las 5 o 6 de la tarde dependiendo que tan lejos estén de la civilización). Ya por la noche, Ludovico se sentó sobre el suelo en medio del ganado y tomaba sorbos pequeños y sin hacer ruido del café para no caer en sueño, al mismo tiempo que se mantenía envuelto por la cobija que le cubría. La noche era un poco más clara de lo normal. Como a las 10 de la noche, mientras Ludovico admiraba las estrellas, pudo ver como una silueta pasaba volando sobre el ganado, la silueta dio dos vueltas como viendo que nadie le estuviese vigilando y al mismo tiempo decidiendo quién sería su próxima víctima. Ludovico se quedó quieto y asustado pues el ser era en realidad algo muy grande, pero le llamó poderosamente la atención que se apostó sobre una de las vacas de su ganado la cual no presentó molestia, salvo una leve sacudida. Ya para este momento Ludovico alistó su rifle y se movió sigilosamente hacia un sitio donde tuviera una mejor visión para disparar. Fue así que Ludovico logró ver a aquel ser que tomaba una posición como para hacer una de sus necesidades sobre la cabeza de la vaca para luego darse la vuelta y dirigir su cabeza sobre la de la vaca. En ese momento un sonido ensordecedor rompió el silencio del campo. Era el rifle de Ludovico, el extraño ser yacía muerto al lado de la res.
Lo que se supo a partir de la casa de este animal, es que no era nada fuera de este mundo sino, un murciélago que pudo haber venido el continente africano o la selva amazónica, no se sabe cómo logró dar por estos rumbos pero el caso es que así fue. Su tamaño es grande, el tamaño es como el de un Jolote (pavo). El animal lo que hacía era posarse bien sobre el ganado y luego de ello echaba una especie como de orina que al momento de salir producía un vapor que dejaba al animal como jadeante, es decir como atontado y con falta de oxígeno, por lo que él mismo abría su boca y sacaba la lengua, momento que aprovechaba este murciélago para clavar un diente muy filudo que tiene, en la arteria de la parte de la lengua del ganado para succionar la sangre. El animal aumenta considerablemente de tamaño una vez que se ha alimentado, posteriormente corta y traga lentamente la lengua de la víctima.
Esta es a grosso modo la explicación de cómo atacaba el El Come Lenguas en Honduras. Estos casos hasta la fecha no se han vuelto a dar, sin embargo bien pudieran ser una buena explicación al fenómeno del "chupacabras". También pudiera ser que a cualquiera de nosotros durante una caminata nocturna nos suceda. Pero hasta en tanto no aparezca otro hombre como Ludovico el misterio seguirá esperando a ser desvelado.
Quizás vos seas quien lo haga.
LEYENDA DE PANAMA
LA ISLA DEL ENCANTO
En la
antigua Panamá colonial, en que los piratas, la escoria de los malhechores,
establecieron su refugio en una pequeña isla cercana a la ciudad de Las Palmas.
Allí se ocultaban, vigilantes de todo cuanto tuviera valor y pudiera ser
saqueado.
La isla
era un territorio prohibido para la gente del lugar, pues temían acercarse a
donde se albergaba tanta maldad. Tal era el pánico de los lugareños, que el
ejército español decidió enfrentar a los piratas, expulsándolos.
Para
celebrar la victoria, los españoles hicieron construir un enorme castillo de
cal y canto rodado, resguardándolo con una gran armada; y ya que la isla se
ubicaba frente a la, ciudad, durante un buen tiempo, el ingreso de los piratas
fue imposible. La ciudad de Las Palmas vivió tiempos de paz y tranquilidad por
muchos años.
Pero un
temible pirata inglés, arribó junto a su feroz tripulación, dispuesto a cargar
con cuanto encontrara a su paso.
Con él,
iba también su hermosa hija, que atestiguó cómo la armada del castillo combatió
a los piratas, tomando como prisionero a su padre, fusilándolo.
Cautivado
por la belleza de la joven, el capitán de la guardia le perdonó la vida; pero
ordenó recluirla en el castillo para siempre.
La
muchacha, resignada a su suerte, se entretenía revisando los objetos que en la
habitación se guardaban. Así, halló una flauta.
Alegre
por haber encontrado algo que aliviara su dolor, entonaba una melodía distinta
cada día. Esto llamó la atención de los soldados del castillo, quienes
empezaron a llevarle más instrumentos para que pudiera seguir haciendo música.
El
capitán de la guardia marina, prendado de la talentosa joven, le propuso
matrimonio; ella decididamente, le contestó que jamás aceptaría.
Herido en
su orgullo, el capitán la tomó fuertemente del brazo para obligarla; pero la
joven queriendo huir se lanzó desde la torre, cayendo al río y perdiéndose en
él para siempre.
Cuando
los barqueros van acercándose a esta isla, oyen una suave melodía que parece
provenir de las aguas, entonces golpean suavemente con los remos los bordes de
sus embarcaciones y la música adquiere nuevas tonalidades. Por esto, la isla de
la historia se conoce como la "Isla del Encanto".
LEYENDA DE ECUADOR
LA DAMA TAPADA
Hace más de
doscientos años en las calles apartadas de Guayaquil,los trasnochadores veían
la
Dama Tapada.
Anoche vi
a la
Dama Tapada,
contaba
en una reunión de amigos, elFulanito.Son
puros cuentos, respondía el amigo con aires de valentón. Yo nunca he
tropezado con ella.Nunca se la ve antes de
las 12 de la noche, ni después de las campanadas del alba, opinaba otro
asistente a la reunión. Según la leyenda, la
Tapada
era una dama de cuerpo esbelto y andar garboso, que asombraba
en los vericuetos de la ciudad y se hacía seguir por los hombres. Nunca se supo de dónde salía. Cubierta la cabeza
con un velo, sorpresivamente la
veían caminando a dos pasos de algún
transeúnte que regresaba a la casa después de divertirse.
LEYENDA DE PERU
Taita ve mi diente
Una de estas experiencias la vivió el antiguo mayordomo de la hacienda Vilcahuaura Don Juan Pimentel Baldeón, quién buscando una noche a una res de lidia (ganado bravo), escucho el llanto lastimero de un niño recién nacido proveniente del sembrío de algodón, suponiendo que era un crio abandonado por alguna indígena desnaturalizada, desmontó y al acercase hacia donde provenía el llanto, más grande fue su sorpresa al encontrar un hermoso bebe cuyos cabellos rubios resplandecían con la luz de la luna llena y envuelto en fajines indígenas
LEYENDA DE
COSTA RICA
El Mico Malo
Mono pequeño, blanco, ojos rojos, gran rabo
terminado en flecha, uñas grandes y filosas, verdadero pariente del mal, decía
doña Filomena Burgos vecina del alto de Santa Cruz de Turrialba.
Doña Filomena no muy afortunada en su matrimonio
por sus discusiones, chismes y demás artificios de su parte llego a tener la
peor vida conyugal imaginada.
"Lo manda el diablo", recalcaba para
darle un escarmiento a los matrimonios que pelean mucho, llega por las noches y
se le ve en el árbol alto cerca de la casa y al encontrase con los no muy
afortunados cónyuges se lanza a ellos para terminar con sus vidas.
Eso nos pasó a nosotros, solo Dios con su gran amor
pudo salvarnos.
"Una niña muy joven metió su "pata de
banco" (parió un hijo adulterino). El padre la echó de la casa y ella
dormía a escondidas, entre el bagazo del trapiche. Una noche el abuelo la
encontró asfixiándose con una estola negra al cuello. En el volante del
trapiche estaba arrodajado el Mico Malo, que es un león de "falda".
(Hay tres clases de leones infernales: el de falda, que es desnudo de pelo, el
pintado a rayas, y el coludo que tiene rabo inmenso de mico). El abuelo se
quitó su escapulario y se lo puso a la chiquilla mientras rezaba "La Magnífica".
La estola negra desapareció y el Mico Malo dando saltos gigantes se alejó
silbando como un hombre una canción descarada. El abuelo llevó a la chica a
casa de padre que la perdonó, pues parece que el Mico Malo era cómplice del
seductor".
LEYENDA DE BOLIVIA
La Leyenda de la coca
Era
por el tiempo en que habían llegado a estas tierras los conquistadores blancos.
Las jornadas siguientes a la hecatombe de Cajamarca fueron crueles y
sangrientas. Las ciudades fueron destruidas, los cultivos abandonados, los
templos profanados e incendiados, los tesoros sagrados y reales arrebatados. Y,
por todas partes en los llanos y en las montañas los desdichados indios
fugitivos, sin hogar, llorando la muerte de sus padres, de sus hijos o de sus
hermanos. La raza, señora y dueña de tan feraces tierras yacía en la miseria,
en el dolor. El inhumano conquistador, cubierto de hierro y lanzando rayos
mortales de sus armas de fuego y cabalgando sobre briosos corceles, perseguía
por las sendas y apachetas a sus espantadas victimas.
Los indios indefensos, sin amparo alguno, en vano invocaban a sus dioses. Nadie, ni en el cielo ni en la tierra, tenía compasión de ellos.
Un viejo adivino llamado kjana-chuyma que estaba, por orden del inca, al servicio del templo de la isla del Sol, había logrado huir antes de la llegada de los blancos a las inmediaciones del lago, llevándose los tesoros sagrados del gran templo. Resuelto a impedir a todo trance que tales riquezas llegaran al poder de los ambiciosos conquistadores, había conseguido después de vencer muchas dificultades y peligros, en varios viajes, poner a salvo por lo menos momentáneamente; el tesoro en un lugar oculto de la orilla oriental del lago Titicaca.
Desde aquel sitio no cesaba de escudriñar diariamente todos los caminos y la superficie del lago para ver si se aproximaban las gentes de Pizarro.
Un día los vio llegar. Traían precisamente la dirección hacia donde él estaba. Rápidamente resolvió lo que debía hacer. Sin perder un instante, arrojo todas las riquezas en el sitio mas profundo de las aguas. Pero cuando llegaron junto a él los españoles, que ya tenían conocimiento de que kjana-chuyma se había traído consigo los tesoros del templo de la isla, con intención de sustraerlo al alcance de ellos, lo capturaron para arrancarle si fuera preciso por la fuerza el ansiado secreto.
Kjana-chuyma se negó desde el principio a decir una palabra de lo que los blancos le preguntaban. Sufrió con entereza heroica los terribles tormentos a que lo sometieron. Azotes, heridas, quemaduras, todo, todo soporto el viejo adivino sin revelar nada de cuanto había hecho con el tesoro.
Al fin los verdugos, cansados de atormentarle inútilmente, le abandonaron en estado agónico para in por su cuenta a escudriñar por todas partes.
Esa noche, el desdichado kjana-Chuyma, entre la fiebre de su dolorosa agonía, soñó que el Sol, Dios resplandeciente, aparecía por detrás de la montaña próxima y le decía:
-Hijo mió, tu abnegación en el sagrado deber que te has impuesto voluntariamente, de resguardar mis objetos sagrados, merece una recompensa. Pide lo que desees, que estoy dispuesto a concedértelo.
-¡Oh!, Dios amado – respondió el viejo- ¿Qué otra cosa puedo yo pedirte en esta hora de duelo y de derrota, sino la redención de mi raza y el aniquilamiento de nuestros infames invasores?
-Hijo desdichado-le contesto el Sol- Lo que me pides, es ya imposible. Mi poder ya nada puede contra esos intrusos; su dios es más poderoso que yo. Me ha quitado mi dominio y por eso, también yo como nosotros debo huir a refugiarme ene. Misterio del tiempo. Pues bien, antes de irme para siempre, quiero concederte algo que esté aún dentro de mis facultades.
-Dios mió,- repuso el viejo con pena- si tan poco poder ya tienes, debo pensar con sumo cuidado en lo que voy a pedirte.
Un grupo de habitantes del imperio del Sol, escapando de los intrusos, embarcándose en pequeñas balsas de totora, atravesó el lago y fue a refugiarse en la orilla donde kjana-chuyma estaba luchando con la muerte.
Los indios acudieron a cuidarlo. Kjana-chuyma era uno de los yatiris mas queridos en todo el imperio, por eso los indios, rodearon su lecho de agonía, llenos de tristeza, lamentando su próxima muerte. El anciano, al ver en torno de si ese grupo de compatriotas desdichados, sentia mas honda pesadumbre e imaginaba los tiempos de dolor y amargura que el futuro guardaba a esos desventurados. Fue entonces que se acordó de la promesa del gran astro. REsolvio pedirle una gracia, un bien durable, para dejarlo de herencia a los suyos; algo que no fuera ni oro ni riqueza; para que el blanco ambicioso no pudiera arrebatarles; en fin un consuelo secreto y eficaz para los incontables días de miseria y padecimientos.
Al llegar la noche, lleno de ansiedad en medio de la fiebre que le consumía, imploro al sol para que acudiera a oírle su ultima petición. Alos pocos momentos un impulso misterioso lo levantó de su lecho y lo hizo salir de la choza.
Kjana-chuyma, dejándose llevar por la secreta fuerza que lo dirigía, subió por la pendiente arriba hasta la cumbre del cerro. En la cima notó que le rodeaba una gran claridad que hacia contraste con la noche fría y silenciosa. De pronto una voz le dijo:
-Hijo mío. He oído tu plegaria. ¿Quieres dejar a tus tristes hermanos un lenitivo para sus dolores y un reconfortantes para las terribles fatigas que les guarda en su desampara?
-Si, si. Quiero que tengan algo con que resistir la esclavitud angustiosa que les aguarda. ¿Me la concederás?
-Bien,- respondió la voz- mira en torno tuyo ¿ves esas pequeñas plantas de hojas verdes y ovaladas? La he hecho brotar por ti y para tus hermanos. Ellas realizaran el milagro de adormecer penas y sostener fatigas. Serán el talismán inapreciable par los días amargos. Di a tus hermanos que, sin herir los tallos, arranquen las hojas y después de secarlas, las mastiquen. El jugo de esas plantas será el mejor narcótico para la inmensa pena de sus almas.
Kjana- chuyma, sintiendo que le quedaban pocos instantes de vida, reunió a sus compatriotas y les dijo:
-hijos míos. Voy a morir, pero antes quiero anunciaros lo que el INTI, nuestro Dios, ha querido en su bondad concederos por intermedio mío: Subid al cerro próximo. Encontrareis unas plantitas de hojas ovaladas. Cuidadlas, cultivadlas con esmero. Con ellas tendréis alimento y consuelo. En las duras fatigas que os impongan el despotismo de vuestros amos, mascad esas hojas y tendréis nuevas fuerzas para el trabajo.
En esos desamparados e interminables viajes que les obligue el blanco, mascad esas hojas y el camino os hará breve y pasajero.
En los momentos en que vuestro espíritu melancólico quiera fingir un poco de alegría, esas hojas adormecerán vuestra pena y os dará la ilusión de creerlos felices.
Cuando queráis escudriñar algo de vuestro destino, un puñado de esas hojas lanzado al viento os dirá el secreto que anheláis conocer.
Y cuando el blanco quiera hacer lo mismo y se atreva a utilizar como vosotros esas hojas, le sucederá todo lo contrario. Su jugo, que para vosotros será la fuerza de la vida, para vuestros amos será vicio repugnante y degenerado: mientras que para vosotros los indios será un alimento casi espiritual, a ellos les causará la idiotez y la locura.
Cuidad que no se extinga y conservarla y propagadla entre los vuestros con veneración y amor. El viejo kjana-chuyma doblo su cabeza sobre el pecho y quedo sin vida.
Los desdichados indios gimieron por la muerte del venerable yatiri. Eligieron la cima del próximo cerro para darle sepultura. Fue enterrado dentro de un cerco de las plantas verdes y misteriosas. Recién en ese momento se acordaron de cuanto les había dicho al morir kjana-chuyma y recogiendo cada cual un puñado de las hojitas ovaladas se pusieron a masticarlas.
Entonces se realizo la maravilla. A medida que tragaban el amargo jugo, notaron que su pena inmensa se adormecía lentamente…
Los indios indefensos, sin amparo alguno, en vano invocaban a sus dioses. Nadie, ni en el cielo ni en la tierra, tenía compasión de ellos.
Un viejo adivino llamado kjana-chuyma que estaba, por orden del inca, al servicio del templo de la isla del Sol, había logrado huir antes de la llegada de los blancos a las inmediaciones del lago, llevándose los tesoros sagrados del gran templo. Resuelto a impedir a todo trance que tales riquezas llegaran al poder de los ambiciosos conquistadores, había conseguido después de vencer muchas dificultades y peligros, en varios viajes, poner a salvo por lo menos momentáneamente; el tesoro en un lugar oculto de la orilla oriental del lago Titicaca.
Desde aquel sitio no cesaba de escudriñar diariamente todos los caminos y la superficie del lago para ver si se aproximaban las gentes de Pizarro.
Un día los vio llegar. Traían precisamente la dirección hacia donde él estaba. Rápidamente resolvió lo que debía hacer. Sin perder un instante, arrojo todas las riquezas en el sitio mas profundo de las aguas. Pero cuando llegaron junto a él los españoles, que ya tenían conocimiento de que kjana-chuyma se había traído consigo los tesoros del templo de la isla, con intención de sustraerlo al alcance de ellos, lo capturaron para arrancarle si fuera preciso por la fuerza el ansiado secreto.
Kjana-chuyma se negó desde el principio a decir una palabra de lo que los blancos le preguntaban. Sufrió con entereza heroica los terribles tormentos a que lo sometieron. Azotes, heridas, quemaduras, todo, todo soporto el viejo adivino sin revelar nada de cuanto había hecho con el tesoro.
Al fin los verdugos, cansados de atormentarle inútilmente, le abandonaron en estado agónico para in por su cuenta a escudriñar por todas partes.
Esa noche, el desdichado kjana-Chuyma, entre la fiebre de su dolorosa agonía, soñó que el Sol, Dios resplandeciente, aparecía por detrás de la montaña próxima y le decía:
-Hijo mió, tu abnegación en el sagrado deber que te has impuesto voluntariamente, de resguardar mis objetos sagrados, merece una recompensa. Pide lo que desees, que estoy dispuesto a concedértelo.
-¡Oh!, Dios amado – respondió el viejo- ¿Qué otra cosa puedo yo pedirte en esta hora de duelo y de derrota, sino la redención de mi raza y el aniquilamiento de nuestros infames invasores?
-Hijo desdichado-le contesto el Sol- Lo que me pides, es ya imposible. Mi poder ya nada puede contra esos intrusos; su dios es más poderoso que yo. Me ha quitado mi dominio y por eso, también yo como nosotros debo huir a refugiarme ene. Misterio del tiempo. Pues bien, antes de irme para siempre, quiero concederte algo que esté aún dentro de mis facultades.
-Dios mió,- repuso el viejo con pena- si tan poco poder ya tienes, debo pensar con sumo cuidado en lo que voy a pedirte.
Un grupo de habitantes del imperio del Sol, escapando de los intrusos, embarcándose en pequeñas balsas de totora, atravesó el lago y fue a refugiarse en la orilla donde kjana-chuyma estaba luchando con la muerte.
Los indios acudieron a cuidarlo. Kjana-chuyma era uno de los yatiris mas queridos en todo el imperio, por eso los indios, rodearon su lecho de agonía, llenos de tristeza, lamentando su próxima muerte. El anciano, al ver en torno de si ese grupo de compatriotas desdichados, sentia mas honda pesadumbre e imaginaba los tiempos de dolor y amargura que el futuro guardaba a esos desventurados. Fue entonces que se acordó de la promesa del gran astro. REsolvio pedirle una gracia, un bien durable, para dejarlo de herencia a los suyos; algo que no fuera ni oro ni riqueza; para que el blanco ambicioso no pudiera arrebatarles; en fin un consuelo secreto y eficaz para los incontables días de miseria y padecimientos.
Al llegar la noche, lleno de ansiedad en medio de la fiebre que le consumía, imploro al sol para que acudiera a oírle su ultima petición. Alos pocos momentos un impulso misterioso lo levantó de su lecho y lo hizo salir de la choza.
Kjana-chuyma, dejándose llevar por la secreta fuerza que lo dirigía, subió por la pendiente arriba hasta la cumbre del cerro. En la cima notó que le rodeaba una gran claridad que hacia contraste con la noche fría y silenciosa. De pronto una voz le dijo:
-Hijo mío. He oído tu plegaria. ¿Quieres dejar a tus tristes hermanos un lenitivo para sus dolores y un reconfortantes para las terribles fatigas que les guarda en su desampara?
-Si, si. Quiero que tengan algo con que resistir la esclavitud angustiosa que les aguarda. ¿Me la concederás?
-Bien,- respondió la voz- mira en torno tuyo ¿ves esas pequeñas plantas de hojas verdes y ovaladas? La he hecho brotar por ti y para tus hermanos. Ellas realizaran el milagro de adormecer penas y sostener fatigas. Serán el talismán inapreciable par los días amargos. Di a tus hermanos que, sin herir los tallos, arranquen las hojas y después de secarlas, las mastiquen. El jugo de esas plantas será el mejor narcótico para la inmensa pena de sus almas.
Kjana- chuyma, sintiendo que le quedaban pocos instantes de vida, reunió a sus compatriotas y les dijo:
-hijos míos. Voy a morir, pero antes quiero anunciaros lo que el INTI, nuestro Dios, ha querido en su bondad concederos por intermedio mío: Subid al cerro próximo. Encontrareis unas plantitas de hojas ovaladas. Cuidadlas, cultivadlas con esmero. Con ellas tendréis alimento y consuelo. En las duras fatigas que os impongan el despotismo de vuestros amos, mascad esas hojas y tendréis nuevas fuerzas para el trabajo.
En esos desamparados e interminables viajes que les obligue el blanco, mascad esas hojas y el camino os hará breve y pasajero.
En los momentos en que vuestro espíritu melancólico quiera fingir un poco de alegría, esas hojas adormecerán vuestra pena y os dará la ilusión de creerlos felices.
Cuando queráis escudriñar algo de vuestro destino, un puñado de esas hojas lanzado al viento os dirá el secreto que anheláis conocer.
Y cuando el blanco quiera hacer lo mismo y se atreva a utilizar como vosotros esas hojas, le sucederá todo lo contrario. Su jugo, que para vosotros será la fuerza de la vida, para vuestros amos será vicio repugnante y degenerado: mientras que para vosotros los indios será un alimento casi espiritual, a ellos les causará la idiotez y la locura.
Cuidad que no se extinga y conservarla y propagadla entre los vuestros con veneración y amor. El viejo kjana-chuyma doblo su cabeza sobre el pecho y quedo sin vida.
Los desdichados indios gimieron por la muerte del venerable yatiri. Eligieron la cima del próximo cerro para darle sepultura. Fue enterrado dentro de un cerco de las plantas verdes y misteriosas. Recién en ese momento se acordaron de cuanto les había dicho al morir kjana-chuyma y recogiendo cada cual un puñado de las hojitas ovaladas se pusieron a masticarlas.
Entonces se realizo la maravilla. A medida que tragaban el amargo jugo, notaron que su pena inmensa se adormecía lentamente…
LEYENDA DE PUERTO RICO
GARITA DEL DIABLO
Con un grito de" Alerta" el centinela
comenzaba la jornada militar, Esto se efectuaba frecuentemente para no dormirse
y atestiguar su vigilancia. Misteriosamente, durante una noche oscura,
desapareció un centinela de esta garita, surgiendo así la leyenda de la
"Garita del Diablo".
Los habitantes de la isla de Puerto Rico, eran muy
propensos a los ataques de piratas. Por tal razón tenían que pasarse la vida
vigilando. La ciudad capital estaba rodeada (aún está) por castillos y murallas
. Alrededor de las murallas habían, entre trecho y trecho, unas garitas o
torresitas donde los soldados hacían su guardia día y noche. Por las noches se
sentías las rondas de gritos que los centinelas gritaban para no dormirse.
- ¡Centinela alerta! - le gritaba uno
Y el más cercano respondía:
-¡Alerta está!
Y el más cercano respondía:
-¡Alerta está!
Entre todas las garitas, había una, la más distante
y solitaria. Estaba sobre un acantilado profundo en el extremo de la bahía. En
el silencio de la noche, el ruido del mar producía un rumor como si los malos
espíritus estuvieran cuchicheando.
Había un soldado al cual llamaban "Flor de
Azahar". El azahar era una flor muy blanca y como el soldado Sánchez tenía
la piel blanca como el azahar, le llamaban así. Esa noche le tocó a Sánchez
velar en esa garita.
Como de costumbre, los gritos de contraseña de los
soldados se escuchaban de trecho en trecho. Pero, al llegar al de el soldado
Sánchez, nadie contestaba. Solo se escuchaba el viento silbar y el mar con su
rumor.
El miedo se apodera de sus compañeros que pasaron
la noche temblando, del solo pensar, que le hubiese pasado a su compañero.
Al salir el sol, todos salieron corriendo hacia la
garita a ver que había pasado en la garita, que se había quedado muda durante
la noche. Encontraron: el fusil, la cartuchera y el uniforme del soldado
Sánchez. El soldado Sánchez, había desaparecido sin dejar rastros.
Los soldados, que eran supersticiosos, comenzaron a
decir que un demonio lo había sorprendido y se lo había llevado por los aires.
Desde ese día, a la garita del desaparecido
Sánchez, se le conoce como "La Garita del Diablo".
Eso fue lo que creyeron los soldados y el resto de
la isla.
Pero la verdad.....esa se las contaré yo, ¿quieren
saberla?. Pues aquí les va:
Sánchez (Flor de Azahar) era un soldado andaluz y
muy guapo, que pertenecía al Regimiento de Caballería y tocaba una guitarra muy
bella.
Diana, una mestiza, muy hermosa, vivía
profundamente enamorada de Sánchez. Y Sánchez de ella. Se conformaban con mirarse
y hablarse con los ojos. A Sánchez su ordenanza le prohibía acercarse a ella, y
a ella, se lo prohibía su madre de crianza que era más estricta que un
sargento.
Flor de Azahar (Sánchez) se comunicaba con ella, a
través de su guitarra. En las noches la tocaba y cantaba. En el canto le
comunicaba a Diana sus mensajes. Una noche le envió un mensaje, el cual solo
ella podía comprender, que decía:
"Mañana cuando anochezca, vete a buscar a tu
amor, porque lejos de tus brazos, se le muere el corazón." La noche
siguiente, Diana se levantó muy calladita y sigilosamente, salió de la casa
para buscar a su amor. Cuando se encontraron, en la garita, se fundieron en
besos y palabras de amor y decidieron huir lejos y vivir juntos para siempre.
Diana le había llevado un traje civil. El dejó en
la garita el fusil, la cartuchera y el uniforme y sin hacer el menor ruido
huyeron hacia la sierra y los bosques de Luquillo.
Allí, a escondidas del resto de la isla,
construyeron su hogar y vivieron el resto de sus días.
Dicen que aún, en la garita, en las noches se
escucha el rasgueo de la guitarra y una risa disuelta en el viento. Queriendo
ésto decir que Diana y Flor de Azahar se burlan de los que inventaron la
leyenda de la Garita del Diablo.
LEYENDA DE PARAGUAY
LA LEYENDA DE KARÃU
La tarde iba preparándose para el sueño, dejaba tras de sí los
multicolores vestidos de fiesta que había llevado durante el día. Como siempre,
rumores de aves en retirada completaban la cercanía de la noche. La gran dama
de negro preparaba las lentejuelas del universo para pasearse a sus anchas. La
luna era en ese momento apenas un hilo de plata, una pulsera finísima tejida
con la luz del sol, elevándose desde la otra orilla del río.
Frío.
Agosto reina.
Hoy las rosadas mieses florales de los tajy han estallado, pero bajo el hermoso manto de flores aletean las oscuras sombras del más allá. Aletean en torno del joven indio que se prepara para la gran ceremonia. Aletean en torno de la anciana que se prepara para la otra vida. Aletean en torno de la choza y de los árboles y de las flores y de las estrellas, que rodean la fuerza del joven y la agonía de la anciana.
La anciana clama por el hijo que en ese momento no tiene oídos para su madre.
El joven guerrero escucha ahora tan sólo los latidos de su deseo. Presiente el encuentro amoroso. Lo avizora en los tambores que resuenan en la noche recién nacida, en los ruidos de los animales que se deslizan en busca de sus presas, en el zumbido apenas audible de las flores que se fecundan unas a otras. El joven guerrero no tiene oídos para el clamor de su madre. Y su madre está muriendo.
El médico de la aldea sujeta las manos de la anciana entre las suyas y cierra los ojos para no ver a los enviados del más allá que vienen a llevársela.
El hijo se aferra a su bastón emplumado y parte, dejando atrás la choza donde vive. Aún existe un instante en el que duda y se detiene. Las estrellas lo miran esperanzadas, las flores de los lapachos gritan: ¡vuelve junto a tu madre! El joven guerrero gira su altiva cabeza y mira en dirección de la choza que acaba de abandonar. Su madre clama: vuelve, hijo mío, sólo quiero despedirme. Pero el hijo no la ha escuchado. Cegado por la pasión de su juventud, retoma el camino y las estrellas dejan caer lágrimas celestiales.
Ahora los pasos del joven son firmes.
A medida que avanza, la noche se cierra sobre él y los tambores acercan sonidos cada vez más potentes. En la planta de sus pies descalzos, Karãu siente el pulso de la tierra latir al unísono con su pecho. Los perfumes del fuego comienzan a llegar hasta su piel e inician el proceso de enardecer a cada uno de sus músculos. Su mirada se enciende cuando llega al círculo en el que la tribu danza sus sueños.
Orgulloso de sus prendas, orgulloso de su cuerpo, Karãu se hace un lugar en el círculo de fuego, se apoya en su bastón emplumado y con su mirada lanza-relámpagos comienza a buscar entre las jóvenes más bellas a aquella que lo ha estado llamando sin saberlo.
¡Ahí está!
La mirada de aquella mujer ha cruzado, por un instante brevísimo sus brillos de río con la mirada del vanidoso guerrero. Lo ha enceguecido, lo impulsa a la conquista. Esquiva, la joven desaparece de inmediato en el racimo de hembras teñidas de fuego.
Karãu duda. Ha sido como una aparición que ahora vuelve para hacerse ver tan sólo por un momento. El guerrero sale del círculo y camina con firmeza por el exterior de ese pequeño sol tribal que forman los indios en su fiesta de la Luna Nueva. Camina sigiloso como el jaguarete sobre las ramas de los árboles. Sus ojos, su piel, sus pasos, todo él ruge cada vez que la aparición juega a incitarlo. De pronto, lo que parecía una aparición está ante la vista de todos. ¿Ha dado un salto, o simplemente la magia de su belleza extrema la ha puesto allí, junto al fuego? Karãu se detiene y entra en el círculo. Sólo el fuego los separa. Sólo el fuego los une. Cualquier otro se quemaría. Ellos, en cambio, están allí como si estuvieran en su ámbito más natural.
Sus cuerpos hacen el fuego.
¿Quién cazará a quién?
Es la mujer vestida de llamas la que inicia el movimiento, y los tambores, que se habían callado para escuchar el crepitar de esas llamas, inician un tan-tan cada vez más intenso. Karãu se mueve en sentido contrario, no dejará que los papeles se inviertan. Él quiere ser el cazador y va al encuentro de la joven por el lado opuesto. Le da alcance y rodea la pequeña cintura de la joven con su brazo derecho. Ella echa sus brazos al cuello del joven y él la desprende del piso como arrancando una planta exótica de la orilla del río. Ahora danzan.
Todas las cosas giran a alta velocidad.
Las manos en los tambores. Los pies de Karãu y la joven. Sus cuerpos. El fuego. Las estrellas. La finísima curva de la luna. El círculo de la tribu. Todas las cosas giran a alta velocidad. Se desen frenan. El alma. Los corazones. La cárne. Los pensamientos. La pasión. Una sombra sola está quieta en medio de la alocada carrera.
Una sombra a espaldas de Karãu.
Tu madre ha muerto dice la sombra, y los tambores callan. Enmudece el aire de la noche y todo lo que giraba abandona su impulso y se deja ir en un último movimiento que ya no atiende al movimiento.. .
Tu madre ha muerto, repite ahora en medio del silencio la sombra quieta.
No molestes, viejo. Ahora no es momento. Ahora no es tiempo de llorar.
Karãu, teñidas sus palabras por el fragor sensual del momento, no comprende que su madre ha muerto. La tribu en pleno no comprende el desamor de Karãu y, sintiéndose culpables, cada uno de los presentes, esconde su mirada en el piso de tierra. Las llamas retroceden, ceden en la hoguera dejando paso al reinado de las cenizas. La joven, objeto del deseo desenfrenado de Karãu, escapa hacia el bosque. Karãu olvida la fiesta, a su madre muerta, al viejo médico que le ha dado aviso, y corre tras ella. La persecución ya no es simbólica sino real: el jaguarete persigue a la hermosa gacela.
Karãu huele en el aire el perfume de la joven y entra en el bosque. Como si fuera una premonición, la estela de flores de tajy que va dejando tras sus largas zancadas, se deshace y las flores, antes perfumadas, caen marchitas y con un hedor de muerto. Karãu se interna en el monte que cada vez se hace más y más espeso. Cae repetidas veces enredado entre las lianas que ahora proliferan por doquier. Ya no hay flores ni suaves fragancias, todo es oscuridad impenetrable. El suelo que pisa es un barro pegajoso.
Un crujido, el canto de un ave, un movimiento de hojas y Karãu cambia de rumbo.
Ya no sabrá regresar.
El cielo ahora ausente, lo sabe, pero Karãu ya no puede ver el cielo, sólo un cerrado techo de hojas que le impiden la orientación. Como si fuera un canto de sirenas, cualquier ruido lo atrae. Karãu piensa solamente en la bella joven que ha escapado de sus brazos.
Karãu es ahora otro hombre. El deseo se ha transformado en obsesión primero y en desesperación después. Ha perdido su preciado bastón emplumado. Su cuerpo arañado por la vegetación presenta rastros de sangre. Su rostro se ha hinchado producto de las picaduras de los insectos. Su temple es ahora obstinación.
Toda la noche tras un imposible.
Karãu sale ahora a un claro, ve un cielo bajo y cerrado por nubes oscuras. Nuevas esperanzas le trae el pantano neblinoso que tiene frente a sí. Avanza. Las pestilentes aguas hasta la cintura.
Apariciones entre la niebla.
Ve a la joven que se aleja caminando suavemente sobre el inmundo lodazal. Ve a la madre muerta que asoma entre las aguas y se hunde nuevamente. Escucha sus gritos: ¡Sálvame, hijo! ¡Sálvame, por favor! Una y otra vez la bella joven y la madre muerta aparecen y desaparecen ante los azorados ojos de Karãu. Una y otra vez Karãu intenta alcanzar a las mujeres con su voz, pero de su garganta no sale un solo sonido. El agua ahora le llega al cuello y sin embargo Karãu sigue avanzando.
Ya no hace pie.
Karãu se hunde y vuelve a salir a flote en el pantano.
Ya no es un hombre.
Frío.
Agosto reina.
Hoy las rosadas mieses florales de los tajy han estallado, pero bajo el hermoso manto de flores aletean las oscuras sombras del más allá. Aletean en torno del joven indio que se prepara para la gran ceremonia. Aletean en torno de la anciana que se prepara para la otra vida. Aletean en torno de la choza y de los árboles y de las flores y de las estrellas, que rodean la fuerza del joven y la agonía de la anciana.
La anciana clama por el hijo que en ese momento no tiene oídos para su madre.
El joven guerrero escucha ahora tan sólo los latidos de su deseo. Presiente el encuentro amoroso. Lo avizora en los tambores que resuenan en la noche recién nacida, en los ruidos de los animales que se deslizan en busca de sus presas, en el zumbido apenas audible de las flores que se fecundan unas a otras. El joven guerrero no tiene oídos para el clamor de su madre. Y su madre está muriendo.
El médico de la aldea sujeta las manos de la anciana entre las suyas y cierra los ojos para no ver a los enviados del más allá que vienen a llevársela.
El hijo se aferra a su bastón emplumado y parte, dejando atrás la choza donde vive. Aún existe un instante en el que duda y se detiene. Las estrellas lo miran esperanzadas, las flores de los lapachos gritan: ¡vuelve junto a tu madre! El joven guerrero gira su altiva cabeza y mira en dirección de la choza que acaba de abandonar. Su madre clama: vuelve, hijo mío, sólo quiero despedirme. Pero el hijo no la ha escuchado. Cegado por la pasión de su juventud, retoma el camino y las estrellas dejan caer lágrimas celestiales.
Ahora los pasos del joven son firmes.
A medida que avanza, la noche se cierra sobre él y los tambores acercan sonidos cada vez más potentes. En la planta de sus pies descalzos, Karãu siente el pulso de la tierra latir al unísono con su pecho. Los perfumes del fuego comienzan a llegar hasta su piel e inician el proceso de enardecer a cada uno de sus músculos. Su mirada se enciende cuando llega al círculo en el que la tribu danza sus sueños.
Orgulloso de sus prendas, orgulloso de su cuerpo, Karãu se hace un lugar en el círculo de fuego, se apoya en su bastón emplumado y con su mirada lanza-relámpagos comienza a buscar entre las jóvenes más bellas a aquella que lo ha estado llamando sin saberlo.
¡Ahí está!
La mirada de aquella mujer ha cruzado, por un instante brevísimo sus brillos de río con la mirada del vanidoso guerrero. Lo ha enceguecido, lo impulsa a la conquista. Esquiva, la joven desaparece de inmediato en el racimo de hembras teñidas de fuego.
Karãu duda. Ha sido como una aparición que ahora vuelve para hacerse ver tan sólo por un momento. El guerrero sale del círculo y camina con firmeza por el exterior de ese pequeño sol tribal que forman los indios en su fiesta de la Luna Nueva. Camina sigiloso como el jaguarete sobre las ramas de los árboles. Sus ojos, su piel, sus pasos, todo él ruge cada vez que la aparición juega a incitarlo. De pronto, lo que parecía una aparición está ante la vista de todos. ¿Ha dado un salto, o simplemente la magia de su belleza extrema la ha puesto allí, junto al fuego? Karãu se detiene y entra en el círculo. Sólo el fuego los separa. Sólo el fuego los une. Cualquier otro se quemaría. Ellos, en cambio, están allí como si estuvieran en su ámbito más natural.
Sus cuerpos hacen el fuego.
¿Quién cazará a quién?
Es la mujer vestida de llamas la que inicia el movimiento, y los tambores, que se habían callado para escuchar el crepitar de esas llamas, inician un tan-tan cada vez más intenso. Karãu se mueve en sentido contrario, no dejará que los papeles se inviertan. Él quiere ser el cazador y va al encuentro de la joven por el lado opuesto. Le da alcance y rodea la pequeña cintura de la joven con su brazo derecho. Ella echa sus brazos al cuello del joven y él la desprende del piso como arrancando una planta exótica de la orilla del río. Ahora danzan.
Todas las cosas giran a alta velocidad.
Las manos en los tambores. Los pies de Karãu y la joven. Sus cuerpos. El fuego. Las estrellas. La finísima curva de la luna. El círculo de la tribu. Todas las cosas giran a alta velocidad. Se desen frenan. El alma. Los corazones. La cárne. Los pensamientos. La pasión. Una sombra sola está quieta en medio de la alocada carrera.
Una sombra a espaldas de Karãu.
Tu madre ha muerto dice la sombra, y los tambores callan. Enmudece el aire de la noche y todo lo que giraba abandona su impulso y se deja ir en un último movimiento que ya no atiende al movimiento.. .
Tu madre ha muerto, repite ahora en medio del silencio la sombra quieta.
No molestes, viejo. Ahora no es momento. Ahora no es tiempo de llorar.
Karãu, teñidas sus palabras por el fragor sensual del momento, no comprende que su madre ha muerto. La tribu en pleno no comprende el desamor de Karãu y, sintiéndose culpables, cada uno de los presentes, esconde su mirada en el piso de tierra. Las llamas retroceden, ceden en la hoguera dejando paso al reinado de las cenizas. La joven, objeto del deseo desenfrenado de Karãu, escapa hacia el bosque. Karãu olvida la fiesta, a su madre muerta, al viejo médico que le ha dado aviso, y corre tras ella. La persecución ya no es simbólica sino real: el jaguarete persigue a la hermosa gacela.
Karãu huele en el aire el perfume de la joven y entra en el bosque. Como si fuera una premonición, la estela de flores de tajy que va dejando tras sus largas zancadas, se deshace y las flores, antes perfumadas, caen marchitas y con un hedor de muerto. Karãu se interna en el monte que cada vez se hace más y más espeso. Cae repetidas veces enredado entre las lianas que ahora proliferan por doquier. Ya no hay flores ni suaves fragancias, todo es oscuridad impenetrable. El suelo que pisa es un barro pegajoso.
Un crujido, el canto de un ave, un movimiento de hojas y Karãu cambia de rumbo.
Ya no sabrá regresar.
El cielo ahora ausente, lo sabe, pero Karãu ya no puede ver el cielo, sólo un cerrado techo de hojas que le impiden la orientación. Como si fuera un canto de sirenas, cualquier ruido lo atrae. Karãu piensa solamente en la bella joven que ha escapado de sus brazos.
Karãu es ahora otro hombre. El deseo se ha transformado en obsesión primero y en desesperación después. Ha perdido su preciado bastón emplumado. Su cuerpo arañado por la vegetación presenta rastros de sangre. Su rostro se ha hinchado producto de las picaduras de los insectos. Su temple es ahora obstinación.
Toda la noche tras un imposible.
Karãu sale ahora a un claro, ve un cielo bajo y cerrado por nubes oscuras. Nuevas esperanzas le trae el pantano neblinoso que tiene frente a sí. Avanza. Las pestilentes aguas hasta la cintura.
Apariciones entre la niebla.
Ve a la joven que se aleja caminando suavemente sobre el inmundo lodazal. Ve a la madre muerta que asoma entre las aguas y se hunde nuevamente. Escucha sus gritos: ¡Sálvame, hijo! ¡Sálvame, por favor! Una y otra vez la bella joven y la madre muerta aparecen y desaparecen ante los azorados ojos de Karãu. Una y otra vez Karãu intenta alcanzar a las mujeres con su voz, pero de su garganta no sale un solo sonido. El agua ahora le llega al cuello y sin embargo Karãu sigue avanzando.
Ya no hace pie.
Karãu se hunde y vuelve a salir a flote en el pantano.
Ya no es un hombre.
Apenas una masa informe
entre el barro.
De pronto un grito lastimero alza su cuerpo flaco y de entre los pajonales un ave negra extiende sus alas y se pierde entre la niebla. Un ave condenada a vagar en los pantanos. El cuerpo del color del barro. El grito del color del arrepentimiento tardío.
Un ave triste: el karãu.
De pronto un grito lastimero alza su cuerpo flaco y de entre los pajonales un ave negra extiende sus alas y se pierde entre la niebla. Un ave condenada a vagar en los pantanos. El cuerpo del color del barro. El grito del color del arrepentimiento tardío.
Un ave triste: el karãu.
LEYENDA DE CHILE
LOS DIOSES DE LA LUZ
Antes
de que los Mapuches descubrieran cómo hacer el fuego, vivían en grutas de la
montaña a las que llamaban "casas de piedra".
Temerosos
de las erupciones volcánicas y de los cataclismos, sus dioses y sus demonios
eran luminosos. Entre estos, el poderoso Cheruve. Cuando se enojaba, llovían
piedras y ríos de lava. A veces el Cheruve caía del cielo en forma de aerolito.
Los
Mapuches creían que sus antepasados revivían en la bóveda del cielo nocturno.
Cada estrella era un antiguo abuelo iluminado que cazaba avestruces entre las
galaxias.
El
Sol y la Luna daban vida a la Tierra como dioses buenos. Los llamaban Padre y
Madre. Cada vez que salía el Sol, los saludaban. La Luna, al parecer cada
veintiocho días, dividía el tiempo en meses.
Al
no tener fuego, porque no sabían encenderlo, devoraban crudos sus alimentos;
para abrigarse en tiempo frío, se apiñaban en las noches con sus animales,
perros salvajes y llamas que habían domesticado.
Tenían
horror a la oscuridad, era sigo de enfermedad y muerte. Se imaginaban cosas
terribles.
En
una de esas grutas vivía una familia: Caleu, el padre, Mallén, la madre y
Licán, la hijita.
Una
noche, Caleu se atrevió a mirar el cielo de sus antepasados y vio un signo
nuevo, extraño, en el poniente: una enorme estrella con una cabellera dorada.
Preocupado,
no dijo nada a su mujer y tampoco a los indios que vivían en las grutas
cercanas.
Aquella
luz celestial se parecía a la de los volcanes, ¿traería desgracias?, ¿quemaría
los bosques?. Aunque Caleu guardó silencio, no tardaron en verla los demás
indios. Hicieron reuniones para discutir qué podría significar el hermosos
signo del cielo. Decidieron vigilar por turno junto a sus grutas.
El
verano estaba llegando a su fin y las mujeres subieron una mañana muy temprano
a buscar frutos de los bosques para tener comida en el tiempo frío.
Mallén
y su hijita Licán treparon también a la montaña.
-Traeremos
piñones dorados y avellanas rojas -dijo Mallén.
-Traeremos
raíces y pepinos del copihue -agregó Licán
La
niña acompaño otras veces a su madre en estas excursiones y se sentía feliz.
-Vuelvan
antes de que caiga la noche -les advirtió Caleu.
-Si
nos sorprende la noche, nos refugiaremos en una gruta que hay allá arriba, en
los bosques -lo tranquilizó Mallén.
Las
mujeres llevaban canastos tejidos con enredaderas. Parecía una procesión de
choroyes, conversando y riendo todo el camino.
Allá
arriba había gigantescas araucarias que dejaban caer lluvias de piñones. Y los
avellanos lucían sus frutas redondas, pequeñas, rojas unas, color violeta y
negras otras, según iban madurando.
No supieron cómo pasaron las horas. El Sol empezó a bajar y cuando se dieron cuenta, estaba por ocultarse. Asustadas, las mujeres se echaron los canastos a la espalda y tomaron a sus niños de la mano.
No supieron cómo pasaron las horas. El Sol empezó a bajar y cuando se dieron cuenta, estaba por ocultarse. Asustadas, las mujeres se echaron los canastos a la espalda y tomaron a sus niños de la mano.
-¡Bajemos,
bajemos! -se gritaban unas a otras.
-No
tendremos tiempo. Nos pillará la noche y en la oscuridad nos perderemos para
siempre -advirtió Mallén.
-¿Qué
haremos entonces? -dijo la abuela Collalla, que no por ser la más vieja, era la
más valiente.
-Yo
sé donde hay una gruta por aquí cerca, no tenga miedo, abuela -dijo Mallén.
Guió
a las mujeres con sus niños por un sendero rocoso. Sin embargo, al llegar a la
gruta, ya era de noche. Vieron en el cielo del poniente la gran estrella con su
cola dorada.
La
abuela Collalla se asustó mucho. -Esa estrella nos trae un mensaje de nuestros
antepasados que viven en la bóveda del cielo -exclamó.
Licán
se aferró a las faldas de su madre y lo mismo hicieron los demás niños.
-Vamos,
entremos a la gruta y dormiremos bien juntas para que se nos pase el miedo
-dijo Mallén.
-Eso
sería lo mejor, murmuró Collalla, temblorosa.
Ella
conocía viejas historias, había visto reventarse volcanes, derrumbarse
montañas, inundaciones, incendios de bosques enteros.
No
bien entraron a la gruta, un profundo ruido subterráneo las hizo abrazarse
invocando al Sol y la Luna, sus espíritus protectores.
Al
ruido siguió un espantoso temblor que hizo caer cascajos del techo de la gruta.
El grupo se arrinconó, aterrorizado.
Cuando
pasó el terremoto, la montaña siguió estremeciéndose como el cuerpo de un
animal nervioso.
Las
mujeres palparon a sus hijos. Nadie estaba herido. Respiraron un poco y miraron
hacia las boca blanquecina de la gruta: por delante de ella cayó una lluvia de
piedras que al chocar echaban chispas.
-¡Miren!
-gritó Collalla. ¡Piedras de luz! Nuestros antepasados nos mandan este regalo.
Cómo
luciérnagas de un instante, las piedras rodaron cerro abajo y con sus chispas
encendieron un enorme coihue seco que se erguía al fondo de una quebrada.
El
fuego iluminó la noche y las mujeres se tranquilizaron al ver la luz.
-La
estrella con su espíritu protector mandó el fuego para que no tengamos miedo
-dijo la abuela Collalla riendo.
Niños
y mujeres también rieron, aplaudiendo el fuego.
El
grupo silencioso contempló las llamas como si fuera el mismo Padre Sol que
hubiera venido a acompañarlas.
Se
sentaron junto a la gruta, oyendo crepitar las llamas como música desconocida.
Al
rato, llegaron los hombres desafiando las tinieblas por buscar a sus niños y
mujeres.
Caleu
se acercó al incendio y cogió una llama ardiente; los otros lo imitaron y una
procesión centelleante bajó de los cerros hasta sus casas.
Por
el camino iban encendiendo otras ramas para guiarse.
Al
otro día, oyendo el relato de las piedras que lanzaban chispas, los indios
subieron a recogerlas y al frotarlas junto a ramas secas, lograron encender
pequeñas fogatas.
Habían descubierto el pedernal. Habían descubierto cómo hacer el fuego.
Habían descubierto el pedernal. Habían descubierto cómo hacer el fuego.
Desde
entonces, los Mapuches tuvieron fuego para alumbrar sus noches, calentarse y
cocer sus alimentos.
LEYENDA DE REPUBLICA DOMINICANA
EL BACÁ
En
nuestra cultura un personaje muy conocido lo es el Bacá. Según las creencias de
quienes admiten su existencia, es un ser exigente que requiere de quien lo
posee enormes sacrificios, entre ellos la entrega hasta de personas de la
familia, por eso, la enfermedad o muerte de un miembro de la familia a quien se
le atribuye la posesión de tal ente, es siempre considerada como obra de éste y
no por la disposición de quien lo regula en el mundo.
A este
personaje, el Bacá, las personas le dan vida ya sea en un gato negro, un perro,
un toro o cualquier otro animal, que cuida algún terreno, ganado, casa o
negocio de una persona que busca prosperidad.
Las historias cuentan que el Bacá le da prosperidad a la persona, pero que si esta falla en el acuerdo con ese personaje termina suicidándose o muriendo misteriosamente.
Las historias cuentan que el Bacá le da prosperidad a la persona, pero que si esta falla en el acuerdo con ese personaje termina suicidándose o muriendo misteriosamente.
LEYENDA
DE GUATEMALA
La
Segua
Hay varias leyendas de la Segua. Una de ellas
cuenta que es una joven muy linda, que persigue a los hombres mujeriegos para
castigarlos.
Se aparece de pronto en el camino pidiendo que el jinete la lleve en su caballo, pues va para el pueblo más cercano. Y dicen que ningún hombre se resiste a su ruego. Hay quienes le ofrecen la delantera de la montura y otros la llevan a la polca.
Para ella es lo mismo. Pero a medio camino, si va adelante vuelve la cabeza y si va atrás hace que el jinete la vuelva. Entonces aquella hermosa mujer ya no es ella.
Se aparece de pronto en el camino pidiendo que el jinete la lleve en su caballo, pues va para el pueblo más cercano. Y dicen que ningún hombre se resiste a su ruego. Hay quienes le ofrecen la delantera de la montura y otros la llevan a la polca.
Para ella es lo mismo. Pero a medio camino, si va adelante vuelve la cabeza y si va atrás hace que el jinete la vuelva. Entonces aquella hermosa mujer ya no es ella.
Su cara es como la calavera de un caballo, sus ojos
echan fuego y enseña unos dientes muy grandes, al mismo tiempo que se sujeta
como un fierro al jinete. Y el caballo, como si se diera cuenta de lo que lleva
encima, arranca a correr como loco, sin que nada lo pueda detener.
Otras leyendas cuentan que las Seguas son varias. Y
no faltan ancianos que aseguren que cuando ellos eran jóvenes atraparon a una
Segua. Pero que una vez atrapada y echa prisionera se les murió de vergüenza. Y
que al día siguiente no encontraron el cadáver, sino solamente un montón de
hojas de guarumo, mechas de cabuya y cáscaras de plátano
LEYENDA
DE EL SALVADOR
LA CARRETA BRUJA
Cuentan que desde hace
mucho tiempo y hasta la fecha todos los viernes por las noches, en algunos
pueblos de El Salvador, al filo de la media noche se escuha el sonar de una
carrta que comienza en lo profundo de los llanos y se acerca lentamente, se
puede escuchar claramente el chirrido de las ruedas al rozar con los ejes con
resequedad de grasa.
Hay muchas historias de
la carreta bruja, he os contaré hoy la experiencia de Majin un señor que
avansada edad que vivía cuando era joven en un pueblito del norte de El
Salvador, sucede que una noche que el venía de visitar unos parientes en la
noche, era casi media noche pero él ya estaba acostumbrado a caminar por
aquellos caminos oscuros, solo con la luz de la luna.
A Majin ya nada le asustaba,
se habia topado con el Cipitillo, la Siguanaba y en ocasiones le ecompañaba el
Cadejo, pero esa noche ni Palomo su perro guardián iba con él. De repente
faltando unos 2 kilómtros para llegar a su pueblo sintió el ruido de una
carretaque se acercaba, de repente pensó, será don Concho que viene noche de
traer zacate, o será que se les habia arruinado, en fin muchas ideas pasaron
por su cabeza.
Cada vez aquel ruido se
hacia mas cercano y estrepitoso, para eso Majin estaba por llegar al pueblo,
solo le faltaba pasar junto al cementerio, siempre sentía escalosfríos al pasar
por ese lugar, así que solo se persinó y siguió su camino, al lograr pasar la
carreta estaba casi a sus espaldas, cuando sintió una corriente de frio helado
que rrecorrió toda su espalda.
Lo que más le encrespó el
cabello fué cuando las gallinas comenzaron con su caracteristico chillar de
miedo, los perros salieron espantados asustados, eso infundió mas miedo, él
sabia que la carreta no era nada bueno, asi que se pensino y medio se brincó un
alambrado y se refugió detras de unos piñales cuando sintió que la carreta esta
casi en frente, rezo oraciones.
En ese momento se iba
apareciendo un bulto, que al ver más de cerca pudo ver la figura de una carreta
desquebrajada que avansaba lentamente, además no tenía bueyes, y en la punta de
sus trinquetes llebaba calaberas, en su interior yacian cuerpos de personas, a
las cuales no reconoció, y tras ella avansaban seres con la cabeza de zacate,
pasó frente a él y se alejó, Majin no se acuerda como llegó a su casa, solo que
paso 3 dias con fiebre, desde ese día ya no se deja agarrar más de la noche y
peor si es viernes.
* Esta es una de las
muchas historias, muchos dicen que la carreta pasaba por los pueblos llevandose
el alma de las personas malas y otros dicen que esta leyenda comienza cuando un
hombre fué ganado por el diablo y obligaba a sus bueyes a entrar a una iglesia,
pero los buelles se resisitían y no lo hicieron, sino que reventaron sus
collundas y escaparon, la carreta rodo sin buelle cuesta bajo lo raro es que
nunca la encontraron, pero la carreta siempre rrecorre las calles de pueblos y
ciudades solitarias en buzca de almas malas.
gracias me sirvio de mucho
ResponderEliminarsirve muchoooo
EliminarHola: ¿Con quién me puedo poner en contacto para publicar un texto que está en este blog? Gracias!
ResponderEliminarno me sirvioooo todos los textos son leyendas y no MITOS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! (basura)
ResponderEliminarMe gusta este artículo mucho. Tiene muchas cuentas interesantes y de países diferentes. ¡Gracias para su trabajo en compilarlas!
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